Alarmante aumento de las infecciones cardíacas entre las mujeres que se inyectan drogas

Paracelsus

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Un nuevo estudio de Janica A. Adams et al. ha arrojado luz sobre la creciente preocupación que suscita la endocarditis infecciosa (EI) entre las mujeres que se inyectan drogas. Este estudio de cohortes retrospectivo, realizado en cinco hospitales de Canadá, examina los resultados de supervivencia a largo plazo de las mujeres que se inyectan drogas en comparación con los hombres, revelando datos alarmantes que podrían remodelar las respuestas de salud pública a este problema creciente.

El estudio fue motivado por el profundo impacto de la epidemia de opiáceos en la salud pública. El aumento del consumo de drogas inyectables ha contribuido a incrementar los casos de EI, una infección del revestimiento interno del corazón y de las válvulas, que puede provocar complicaciones graves y la muerte si no se trata. Aunque las mujeres representan alrededor de un tercio de la población mundial de consumidores de drogas inyectables, sus características clínicas y los resultados relacionados con las complicaciones del consumo de drogas, como la endocarditis infecciosa, están poco documentados.

Uno de los hallazgos más destacados es que las mujeres representan más de la mitad (51,2%) de las PWID que padecen EI en este estudio, a pesar de constituir un tercio de la población general que se inyecta drogas. Esta estadística plantea cuestiones críticas sobre la vulnerabilidad de las mujeres en el contexto del consumo de drogas inyectables.

El estudio también reveló que las mujeres con EI eran más jóvenes que sus homólogos masculinos, con una edad media de 31,5 años, frente a los 38,5 años de los hombres. Resulta alarmante que una parte de las mujeres estuvieran embarazadas en el momento del diagnóstico, aunque pocas habían documentado el uso de anticonceptivos.

La investigación pone de relieve una importante brecha entre las zonas urbanas y rurales en cuanto a los resultados. Las mujeres que vivían en zonas urbanas mostraron tasas de mortalidad más elevadas que las de las regiones rurales. El estudio sugiere que los entornos urbanos exponen a las mujeres a mayores riesgos, como la falta de hogar, la violencia y un apoyo social inadecuado, que podrían agravar el pronóstico de las que padecen endocarditis infecciosa. Por el contrario, las mujeres de zonas rurales parecen salir mejor paradas, posiblemente debido a unos lazos comunitarios más fuertes y a una asistencia sanitaria más accesible en algunos casos.

Uno de los hallazgos fundamentales es el impacto del asesoramiento sobre trastornos por consumo de sustancias (TUS) en los resultados a largo plazo. Las mujeres que recibieron asesoramiento hospitalario sobre este trastorno presentaron mejores tasas de supervivencia que las que sólo fueron derivadas a consultas externas, lo que sugiere que un apoyo inmediato y sólido a la adicción durante la hospitalización puede mejorar significativamente el pronóstico de estas pacientes. Este hallazgo concuerda con investigaciones previas que demuestran que la terapia continua de sustitución de opiáceos y otras intervenciones de reducción de daños son eficaces para mejorar la supervivencia a largo plazo de las personas con complicaciones derivadas del consumo de drogas.

Las infecciones del lado derecho del corazón fueron más frecuentes en las mujeres, lo que condujo a una menor mortalidad a corto plazo en comparación con las infecciones del lado izquierdo, que tienden a ser más graves. Sin embargo, a más largo plazo, el estudio reveló que la tasa de mortalidad general, tanto en hombres como en mujeres, seguía siendo elevada, y que casi la mitad de las PWID con EI morían en un plazo de cinco años. Esta espeluznante estadística subraya la urgente necesidad de mejorar la atención a las adicciones, intervenir antes y ofrecer servicios sanitarios a largo plazo a los usuarios de drogas inyectables, especialmente a las mujeres.

Los autores abogan por estrategias de reducción de daños más integrales y adaptadas a las necesidades específicas de las M-UDI, incluido el asesoramiento reproductivo y un mayor acceso a la anticoncepción. Dado que sólo el 5,5% de las mujeres del estudio habían documentado el uso de anticonceptivos, está claro que es fundamental prestar más atención a la salud reproductiva de esta población vulnerable. El estudio también subraya la necesidad de aumentar el acceso a la atención sanitaria y el apoyo social en las zonas urbanas, donde las M-UDI corren un mayor riesgo de mortalidad.

Las implicaciones de esta investigación son enormes. No sólo pone de relieve la carga desproporcionada que supone la endocarditis infecciosa para las mujeres que se inyectan drogas, sino también cómo las intervenciones a medida, como el asesoramiento hospitalario sobre el consumo de sustancias y la atención sanitaria reproductiva, pueden mejorar significativamente los resultados. Dado que la crisis de los opiáceos sigue afectando a millones de personas en todo el mundo, hallazgos como éste serán cruciales para orientar las futuras políticas de salud pública.

Los interesados en leer el estudio completo pueden hacerlo en el siguiente enlace: JAMA Network Open Article (clearnet).

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