Red Alcohol Injectable opiates Debate: Alcohol y opiáceos inyectables

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HEISENBERG

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Alcohol y opiáceos inyectables
Tanto el alcohol como los opiáceos inyectables son depresores del sistema nervioso central (SNC), lo que significa que ralentizan la actividad del cerebro. Cuando estas sustancias se combinan, sus efectos pueden ser aditivos, lo que significa que pueden potenciarse mutuamente y causar un nivel aún mayor de depresión del SNC. Esto puede provocar efectos secundarios peligrosos, como el deterioro de las funciones motoras, la ralentización de la respiración y la disminución de la frecuencia cardiaca, que pueden poner en peligro la vida. Además, la combinación de alcohol y opiáceos inyectables también puede aumentar el riesgo de sobredosis y otras complicaciones, como el coma o la insuficiencia respiratoria.

Cuando una persona consume alcohol, éste pasa por el estómago y el intestino delgado y se absorbe en el torrente sanguíneo. Desde allí, viaja al cerebro, donde afecta a la función de determinados neurotransmisores, como el GABA y el glutamato. Estos neurotransmisores intervienen en la regulación del estado de ánimo, el comportamiento y otras funciones cognitivas. El alcohol aumenta la actividad del GABA, lo que puede provocar sensaciones de relajación y placer. También reduce la actividad del glutamato, lo que puede provocar alteraciones de la función cognitiva, como pérdida de memoria, dificultad para pensar con claridad y lentitud de reacción.

Los opiáceos, ya sean por vía oral o inyectados, actúan uniéndose a los receptores opiáceos del cerebro y otros órganos del cuerpo. Esto activa las vías de recompensa en el cerebro y produce una sensación de placer y alivio del dolor. Los opiáceos inyectables suelen ser más potentes que las formas orales y pueden producir un subidón más rápido e intenso. Sin embargo, también conllevan un mayor riesgo de sobredosis y otros efectos secundarios, como somnolencia, respiración lenta y disminución del ritmo cardíaco, que pueden ser peligrosos.

Con el tiempo, el consumo repetido de opiáceos inyectables puede provocar dependencia física y adicción, ya que el cerebro se acostumbra a la presencia de la droga y necesita cada vez más para conseguir los mismos efectos. Esto puede provocar síntomas de abstinencia cuando se deja de tomar el fármaco, y también puede aumentar el riesgo de sobredosis y otras complicaciones.

Los estudios demuestran que el consumo concomitante de alcohol aumenta la concentración plasmática máxima de opioides y reduce el tiempo necesario para alcanzarla. Es decir, los opioides bajo los efectos del alcohol pueden actuar más rápido y con más fuerza. Una persona aumenta drásticamente el riesgo de sobredosis si combina alcohol y opioides inyectables

Pues bien, el propio placer adicional por el que la gente puede optar por esta combinación se convierte en presagio de aún más problemas. Puesto que el consumo simultáneo de etanol y opiáceos potencia en cierta medida los efectos subjetivos positivos, contribuye al abuso y a la perpetuación de la dependencia, que ya es una de las más poderosas entre las sustancias.

Un poco sobre la secuencia. Es dudoso que alguien quiera beber alcohol después de la administración directa de opioides. Pero decidir inyectarse después de una cierta cantidad de alcohol y bajo la presión del entorno, las circunstancias y los impulsos momentáneos es más probable.

En este escenario, las consecuencias más prosaicas de la reducción del control se unen a las anteriores: una persona en estado de embriaguez puede olvidar o no dar importancia a las normas de higiene y asepsia, utilizar la jeringuilla de otra persona, precipitarse e interrumpir el proceso de inyección, lo que afectará al estado de las venas. Las consecuencias de tal comportamiento conllevan menos riesgos que las afecciones agudas potencialmente mortales, pero también pueden minar la salud y arruinar la vida, por lo que merecen atención.

En definitiva, recomendamos evitar la combinación de alcohol y opiáceos inyectables.
 
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