Viajar a Colombia y conocer la política antidroga local

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Jul 6, 2021
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Bien entrada la noche en la selva colombiana, después de tres horas de conversación ebria sobre el legado de Albert Hoffman en el mundo moderno de las drogas, Manuel y yo salimos de una pequeña posada en la conflictiva ciudad de Corinto en un viaje muy peligroso.

Hoy era el Día de la Ciudad en Corinto, que se convirtió en una noche de borrachera pública. En las calles vecinas, los vaqueros terratenientes, también conocidos como narcotraficantes, que, como es habitual en una noche así, inician tiroteos aleatorios entre ellos y con los "indios" locales.

Desde hace varias décadas, la guerra entre ellos no se libra a vida o muerte por la tierra y la libertad.
Losveteranos nos advirtieron de que no es seguro salir esa misma noche, pero, un poco valientes gracias al alcohol de caña de azúcar que nos dieron los ancianos de la tribu local, nos pusimos en marcha; al fin y al cabo, tenemos que arrastrarnos unas decenas de metros hasta la tienda más cercana, donde se vende el preciado helado.

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Al fin y al cabo, todo el mundo tiene momentos en la vida en los que su golosina favorita se convierte en algo más preciado que la vida, y hoy he tenido un momento así.

Hace un mes, mi colega del equipo BB y yo fuimos a Colombia para una gira educativa sobre políticas de drogas, que organizamos específicamente como parte del Programa Mundial de Ilustración sobre Políticas de Drogas. Nuestro guía fue Manuel, que vive en Colombia desde hace 30 años e hizo todo lo posible para presentarnos todas las tendencias interesantes de la política de drogas en el país.

¿Por qué elegimos Colombia? La región latinoamericana se vio especialmente afectada durante la "guerra contra las drogas" declarada por Estados Unidos a finales de los años 60, que en países como México y Colombia pasó de ser una metáfora estadounidense a convertirse en un verdadero conflicto militarizado con muchas víctimas y consecuencias devastadoras.

Su tarea consistió en organizar el viaje y las reuniones temáticas, y debo decir que hizo un gran trabajo con ello. Mi tarea ahora es contarles sobre mi viaje, porque hasta ahora no había estado en ningún país latinoamericano (especialmente Colombia), ni había oído hablar de nadie de este país excepto Pablo Escobar, el ex presidente César Gaviria y Gabriel García Márquez (gracias a la famosa serie de televisión).

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Pasamos nuestra primera semana en Bogotá. Es una ciudad impresionante, vibrante y muy hermosa de unos 8 millones de habitantes. Cogimos un Uber en el aeropuerto, pero el taxista nos dejó a 15 minutos de casa porque todas las carreteras estaban bloqueadas debido a un desfile nocturno de ciclistas en el centro de la ciudad, ¡lo que de alguna manera nos disgustó de inmediato!

Por otro lado, gracias a este fallo, conseguimos comunicarnos con un montón de bogotanos la primera noche: google-maps no funcionaba sin conexión celular, y tuvimos que orientarnos de la manera probada de los abuelos, acosando a todos los transeúntes. Mis primeras impresiones de Bogotá-1990- no acabaron aquí.

En las fuentes del parque, que suenan perezosamente, se sientan informales con coletas, tocando la guitarra, por las calles caminan punks y un montón de jóvenes similares de aspecto inteligente con una mirada postironichesca despejada.

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Al final, incluso con nuestros escasos conocimientos de español, después de unos cuarenta minutos conseguimos encontrar la entrada correcta gracias a la amabilidad de los hippies que encontramos por el camino. Conseguimos un apartamento precioso con una vista vertiginosa de la ciudad, no podríamos haber deseado nada mejor.

Al día siguiente, en un café de la Macarena, discutimos planes con Manuel y fuimos a nuestra primera reunión en Bogotá, con la Fundación Procrear. Trabaja para reducir los daños relacionados con las drogas y presta diversos servicios a personas marginadas: indigentes, consumidores de drogas, trabajadoras del sexo, niños de la calle.

"Procrear" empezó hace unos veinte años como una maternidad para mujeres de grupos vulnerables, y entre sus primeros proyectos figuraba una "Casa de la ternura" para madres en situación de emergencia.

Conocimos al director de la organización, Juan Carlos Celis, en la oficina de su empresa, situada en uno de los barrios más desfavorecidos de la ciudad, Santa Fe. En este tipo de barrios no suele atreverse a entrar ningún turista o buen bogotano, pero afortunadamente contábamos con buenos escoltas con los que no tuvimos miedo de nada.

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Juan Carlos nos describió lo que hacen: básicamente, se trata de un conjunto tradicional de programas de reducción de daños y asistencia social, con la salvedad de que el consumo de drogas inyectables no está tan extendido en Bogotá como en otros países.

Las drogas más populares en la capital colombiana y en otras ciudades del país son el basuco (algo parecido al crack, pero no del todo: una mezcla barata para fumar de cocaína de baja calidad, pasta de coca y todo lo demás, desde tabaco hasta ladrillos molidos) y el pegamento.

Entre los consumidores de drogas hay muchas personas sin hogar y, en consecuencia, una de las actividades de Procrear es ayudar a estas personas pobres y proporcionarles prestaciones básicas (refugio diurno, por ejemplo), proporcionándoles alimentos y ropa.

Estos programas de reducción de daños se implementan sobre la base de los llamadoscentros de escucha. Su concepto se basa en el siguiente postulado: la necesidad de ser escuchado, comprendido y aceptado con respeto y atención es una de las principales necesidades de las personas de grupos vulnerables.

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Nos despedimos de Juan Carlos en la sala donde se imparten clases y fiestas para niños sin hogar, y salimos a pasear por el barrio con Laura, una trabajadora social. Laura sonríe a las trabajadoras del sexo que están en la acera y nos cuenta que antes era drag queen y prostituta, pero que ha pasado por un programa de rehabilitación y ahora considera el trabajo social su vocación.

Por cierto, la prostitución en Bogotá no está legalizada, sino despenalizada: las mujeres pueden obtener un permiso especial de la policía local, que les permite prestar servicios íntimos en las llamadas zonas de tolerancia.

Al día siguiente fuimos a reunirnos con personal de ATS (Asociación Técnica Social), una organización que trabaja en la reducción de daños y otros aspectos del problema. Una de sus principales actividades es la incidencia política: investigación y debate sobre nuevos modelos de políticas de drogas. Uno de los temas más importantes para Colombia en la actualidad es el problema de la regulación del consumo de coca.

55 años de prohibición de la coca y sus derivados han demostrado que dichas medidas son totalmente inadecuadas y contraproducentes.


No han dado ningún resultado positivo. Hoy, 55 años después de la firma de la Convención Única sobre Estupefacientes, la cocaína y el basuco son mucho más accesibles y baratos año tras año.


Al mismo tiempo, las
personas que las consumen no pueden obtener ayuda adecuada debido a su situación de marginación, y los campesinos que tradicionalmente han cultivado coca durante siglos se han convertido en delincuentes: están fuera de la ley y condenados a largas penas de prisión.

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El año pasado, el Presidente colombiano Juan Manuel Santos recibió el Premio Nobel de la Paz por la decisión del gobierno de disolver definitivamente las FARC y poner en marcha el proceso de paz.

Las actividades de éste y otros grupos de izquierda estaban también vinculadas al negocio de la droga, que era una de sus principales fuentes de ingresos. En las zonas controladas por las FARC, por ejemplo, cobraban un "impuesto revolucionario" a los cultivadores de coca para financiar su organización.

Un componente importante del proceso de paz es la búsqueda de alternativas a la guerra contra las drogas y de nuevos enfoques en este ámbito, y ATS está investigando activamente posibles modelos para regular el uso médico y recreativo de la coca.

Otra área de su trabajo es lo que se conoce en todo el mundo como "pilltesting", es decir, el análisis de sustancias que se lanzan en fiestas y con fines recreativos. ATS dispone de un laboratorio móvil que permite realizar pruebas cualitativas de diversas drogas.

Este tipo de análisis no te dirá qué cantidad de tal o cual sustancia hay en las ruedas o en el polvo, pero al menos sabrás si tu "éxtasis" contiene MDMA o si has comprado una pastilla de cafeína.

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En este ámbito, Bogotá está más "avanzada tecnológicamente"que muchos países europeos, ya que el control de pastillas se puede hacer directamente en el acto, a diferencia, por ejemplo, de Holanda, donde hay que comprobar el estafilococo de antemano.

ATS también lleva a cabo varios proyectos de reducción de daños relacionados con el consumo de drogas inyectables. Para mí fue una novedad que en Colombia se produzca localmente no sólo coca y cannabis, sino también adormidera, con la que se fabrica heroína muy barata a 4 dólares el gramo.

El proyecto de ATS no sólo funciona en Bogotá, sino también en varias otras ciudades de Colombia, y está financiado tanto con fondos extranjeros como por los gobiernos nacional y local.

Por la tarde, vamos con los chicos de ATS a hacer trabajo de calle, que se lleva a cabo todos los días en varios lugares de la ciudad. La primera parada es una de las plazas centrales de Bogotá, donde el personal de la organización instala una gran carpa móvil donde se pueden conseguir jeringuillas limpias, preservativos y pruebas rápidas del VIH. Aquí nos rodearon los gamberros heroinómanos bogotanos de buen corazón, que hicieron reír mucho a todos con sus bromas.


A la
mañana siguiente subimos al autobús y viajamos de Cali a Medellín, que por razones históricas obvias es una de las ciudades más famosas de Colombia: fue el hogar del cártel liderado por Pablo Escobar.

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La Medellín de hoy no se parece en nada a la salvaje jungla humana que nos mostraron en la serie de televisión "Narcos". El centro de la ciudad da la impresión de ser una especie de paraíso turístico, con una gran concentración de bares, discotecas, restaurantes y atracciones culturales.

Hablando de "Narco": la actitud de los colombianos hacia esta serie educativa es fuertemente negativa y se expresa de la forma más sencilla con la fórmula "¡Nola hemos visto, pero la condenamos!"

Según laopinión general, los creadores de la película ponen a Colombia bajo una luz extremadamente desfavorable: el problema de la cocaína se pone en primer plano, y éste es el estereotipo del que más les gustaría deshacerse a los colombianos.

Además, la serie es demasiado esquemática y simplifica la relación entre el Estado, la mafia de la droga y otros grupos. Personalmente, me gusta "Narco
"(a pesar del esquematismo realmente burdo y de algunos prejuicios evidentes: por ejemplo, todos los izquierdistas, en particular el M19, son retratados como absolutos idiotas y cazadores de unicornios), pero es posible entender a los colombianos y su deseo de alejarse del estigma de la cocaína.

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En Medellín decidimos no molestarnos con reuniones, pues a esas alturas ya estábamos tremendamente cansados, y nos limitamos a pasear mucho por la fabulosamente bella ciudad: subimos al funicular, nos hicimos un tatuaje con la geoetiqueta de Medellín y bebimos tempranillo agrio en algún restaurante nocturno demasiado acogedor.

A la mañana siguiente desayunamos huevos benedictinos en una cafetería megahipster y fuimos al Centro de la Mujer Red Feminista Antimilitarista, donde aprendimos mucho sobre el movimiento feminista en Colombia.

Marta Restrepo, directora del centro, describió cómo se está trabajando para movilizar a las mujeres para protegerlas de la violencia y empoderarlas económicamente.
Porejemplo, las cocaleras (mujeres agricultoras dedicadas a la producción de coca) están empezando a unirse para luchar por sus derechos económicos.

También nos enseñó un espeluznante mapa que el centro había hecho con los resultados de un estudio sobre los asesinatos de mujeres de Medellín en 2016.

Result
óque sigue habiendo muchos de estos crímenes: sobre todo se asesina a trabajadoras sexuales, a mujeres implicadas en el microtráfico de drogas y a familiares de narcotraficantes.

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Desde la hermosa Medellín volamos de vuelta a Bogotá y pasamos allí otro día, bebiendo limonada con coca, merodeando por la ciudad y preparándonos mentalmente para nuestro vuelo de vuelta a casa.

Nuestro viaje fue muy informativo, y nos convencimos de que, efectivamente, el ritmo y la profundidad de las reformas de la política de drogas en Colombia son la envidia de cualquier otro país del mundo.

Es muy de esperar que todos estos buenos esfuerzos no lleguen a su fin en los próximos años debido a la reelección del presidente, así como a las próximas elecciones en Estados Unidos.


Si decide ir a Colombia como turista, ¡me da mucha, mucha envidia de antemano! Por mi parte, no dejen de ir al planetario y al Museo del Oro, al que nunca llegamos por la abundancia de encuentros y aventuras interesantes.
 

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